17 de agosto de 1844 , muere en Boulongue-Sur-Mer, El libertador, JOSÉ DE SAN MARTÍN.


El inspirador de la emancipación americana, del que hoy se recuerda un nuevo aniversario de su fallecimiento, llevó una vida material austera, al tiempo que renunció a cargos públicos y honores.

Es interesante, al respecto, seguir la correspondencia de San Martín. Ahí uno se percata que el Padre de la Patria cinceló una epopeya con las manos vacías de riqueza.

El Estado de Chile le obsequió una vajilla de plata y le fijó un sueldo de 6.000 pesos.

EL libertador les contesta:
A mi regreso de Buenos Aires encontré que la generosidad de V.E. había puesto a mi disposición una vajilla completa de plata. No estamos en tiempo de tanto lujo. El Estado se halla en necesidades y es necesario que todos contribuyamos a remediarlas. Por lo tanto, doy orden para que se ponga a disposición de V.E. dicha vajilla, como, asimismo, el sueldo que se me tiene asignado por ese Estado, con advertencia de que del que he tomado daré a V.E. una noticia reservada de los fines en que ha sido empleado…». (José de San Martín

El gobierno le dio cincuenta cuadras en El Retamo y donó doscientas cuadras en Los Barriales a Mercedes, su hija pequeña. San Martín renuncia, sugiriendo que esos terrenos se reservaran para premiar a oficiales del Ejército
“Es muy natural al hombre prever la suerte que se propone pasar en la cansada época de su vejez. El estado de labrador es el que creo más análogo a mi genio, y como un recurso y asilo a las inquietudes y trabajo de mi vida toda ocupada al servicio de las armas. Mi fortuna menguada no me ha proporcionado jamás un fundo rural con que contar para esta edad a que aspiro”.

Y continúa: “El corto número de cincuenta cuadras llena mi aspiración y deseos, mas no puedo contar con ellos (…) El sumo valor a que ha podido llegar el precio de cuadra es de cuatro pesos, y esto mitad al contado y mitad a plazo para poderse hallar compradores (…) No los tengo y en caso de tenerlos los compraría. La voluntaria cesión de la mitad de mis sueldos me ha reducido a pasar una vida frugal, y sin el menor ahorro para embolsar, ajustándome a una economía tan estrecha como la posesión del sueldo con que contaba”.

El 27 de febrero de 1817, San Martín renuncia al grado de brigadier en estos términos: “Me considero sobradamente recompensado con haber merecido la aprobación por el servicio que he hecho: es el único premio capaz de satisfacer el corazón de un hombre que aspira a otra cosa. Antes de ahora tengo empeñada solemnemente mi palabra de no admitir grado ni empleo militar ni político”.

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